martes, 16 de agosto de 2016

Un día en Moscú

Plan completito para un día en Moscú. Julio 2016

Este día resultó genial, porque aunque lo teníamos casi todo planeado, fueron surgiendo cosas que incluso mejoraron nuestro plan. 

Esta es una propuesta para tener una visión de varios aspectos de Moscú cuando no hay demasiado tiempo, al haber seleccionado en cada sitio lo que nos resultaba más sugerente.

En el recorrido hay dos museos : el Museo Pushkin de Bellas Artes y el Museo Glazunov; la Catedral de Cristo Salvador, un paseo hacia la zona "hipster" de Octubre Rojo para comer; y otro paseo hacia la calle peatonal de Arbat por el Bulevar Gogol a tomar el cafelito.

No parece mal plan, ¿no? ¿Comenzamos?





MUSEO PUSHKIN DE BELLAS ARTES

El Museo Pushkin está cerquita del Kremlin y además se llega en Metro muy bien; la estación más cercana es la de Kropótkinskaya (Línea 1 Roja). Su visita puede llevar el día entero por la enorme cantidad de piezas que tiene, así que lo que hicimos fue seleccionar lo que más nos podía interesar, como solemos hacer en los grandes museos. 

El museo Pushkin de Bellas Artes  tiene varios edificios. Como abrían a las once,  estábamos allí un rato antes para aprovechar el tiempo y ya había una buena cola en el edificio principal. Nos dimos cuenta que en el segundo edificio no había nadie y decidimos empezar por allí y nos alegramos porque ese edificio encontramos una maravilla. Se llama la “Galería de arte de los países de Europa y América, siglos XIX-XX” donde encontramos una super colección de pintura. Así pudimos pasear con toda tranquilidad entre una destacada selección de impresionistas, posimpresionistas, neoimpresionistas y varios “istas" más: Matisse, Gauguin, Cezane, Degas, Renoir, Picasso, Monet… Dejan hacer fotos, así que hicimos nuestra selección. De verdad que merece la pena. 



Matisse en Moscú
"La Danza" de Matisse, uno de mis favoritos.

Sin embargo, el edificio principal debe ser el más valorado por los lugareños porque había mucha más gente. Allí están los fondos antiguos y las exposiciones temporales. 

Hay varios miles de obras “originales” (pintura, escultura y artes decorativas) que incluyen desde el Antiguo Egipto, Grecia, Roma y Bizancio hasta la pintura que alcanza el siglo XVIII, donde se encuentran los mejores como Rembrandt o nuestros Zurbarán, Murillo o Ribera. 

Recalco lo de “originales” porque una cosa curiosa del Museo Pushkin es la enorme sección de copias. La cosa tiene su historia y es muy interesante. Resumiendo, el museo fue creado a comienzos del siglo XX con fines educativos. Las copias de grandes obras maestras servían de modelo y de estudio para los alumnos de la universidad y más adelante, en la época soviética, como una manera de educar al público en general. Lo que es triste es que encuentres en Internet comentarios despectivos al respecto sin explicar los motivos y sin aclarar la inmensa cantidad de obras maravillosas y originales que hay.

Para esta parte del museo llevábamos tres "tareas". La primera era la búsqueda del "Papiro de Moscú" para Lorenzo, nuestro matemático en el grupo, que allí como están en Moscú no lo llaman así. Es un pequeño fragmento donde se aprecia uno de los problemas matemáticos que hay en sus ocho metros de largo. 

Papiro de Moscú en el Museo Pushkin
Papiro de Moscú

La segunda tarea era ver la "Olympia" de Manet que estaba en este museo como exhibición temporal en préstamo del Museo d’Orsay de París. El interés venía porque esa pintura aparecía en una novela que había leído en una lectura conjunta con un grupo de amigas: "Servidumbre humana" de William Saumerset Maugan. Una tontuna, pero me gustó.

Olympia en Moscú, préstamo del Museo d'Orsay de París
Olympia, de Manet

Y la tercera tarea no la pudimos completar, pero la pongo aquí porque la creo interesante y recomendable; y así tengo otro motivo más para volver a Moscú. Se trata del Tesoro de Troya. No es que a mí me emocione demasiado el joyerío, pero la historia que hay detrás de estas es emocionante: la historia del arqueólogo Heinrich Schliemann es muy interesante. 

Y aunque hablo de ella en otro sitio, no quiero dejar de mencionar a Irina Antónova, presidenta del Museo Pushkin y que ha sido su directora hasta 2013, llevando al museo a  lo más alto. Tiene en la actualidad 95 años y da gusto oírla hablar. Ella es la responsable de una gran cantidad de intercambios culturales con grandes museos de medio mundo.


MUSEO GLAZUNOV

El Museo Glazunov está justo enfrente del Pushkin, sólo hay que cruzar la calle. Este es un museo poco conocido, o al menos poco recomendado en las guías turísticas al uso. Leí algo de este polémico  señor en el libro de Daniel Utrilla y me fascinó su obra.

Ilya Glazunov nació en 1930 y en la actualidad vive en el palacete dónde está ubicado su museo. Pero hasta llegar ahí ha pasado por difíciles etapas en su vida. Monárquico declarado y anti soviético confeso, mantuvo una relación de amor y odio con el régimen comunista.

Ha tenido una vida intensa. Testigo y víctima de las atrocidades de la Gran Guerra Patria (que así llaman en Rusia a la Segunda Guerra Mundial) y con profundas ideas religiosas, estuvo a punto de ser deportado. Todo dio un giro cuando en 1981 lo pusieron al frente de un museo de artes decorativas soviético y pudo trabajar, junto con su esposa, en los decorados de la Ópera en Odessa.

A mí no es que me emocione demasiado la pintura histórica y religiosa, pero la de Glazunov es muy interesante. En primer lugar, por el tamaño tan impresionante de sus cuadros, pero sobre todo por la mezcla de figuras que incorpora, a veces de una forma bastante transgresora. Hace un recorrido por la historia de Rusia y del mundo, colocando personajes perfectamente reconocibles muchos de ellos.


Ilya Glazunov
El mercado de nuestra democracia, Ilya Glazunov (1999)

La otra faceta de Glazunov que me ha gustado es la colección de ilustraciones de la obra de Dostoievski, con cuya filosofía y forma de ver el mundo se siente muy identificado.



CATEDRAL DE CRISTO SALVADOR SALVADOR

Daniel Utrilla la llama la “catedral de quita y pon” y me gusta mucho como la describe en “A Moscú sin Kaláshnikov”: 

“En la margen izquierda del río, como si se hubiera escapado del huerto catedralicio del Kremlin, emerge con la rotundidad solitaria e inapelable de un iceberg la catedral de Cristo Salvador, el mayor templo ortodoxo de Moscú y del mundo, que fue dinamitado sin contemplaciones por orden personal de Stalin en 1931 y que Yeltsin volvió a recolocar sobre el tablero de la capital en 1997. Como un reflejo henchido, rotundo y fondón del espigado campanario del Kremlin, la catedral resurgió en su sitio como caída del cielo tras dos años de trabajos a contrarreloj para llegar a tiempo al 850º aniversario de la ciudad, envuelta la obra por la premura de las grandes gestas cósmicas.” (p. 185)

La historia de la “catedral de quita y pon”  es cuanto menos curiosa. La mandó construir el zar Alejandro I como monumento a la victoria sobre Napoleón en 1812. Tuvieron que pasar  setenta años y tres zares más (en realidad cuatro) para que se inaugurara en 1882. Así que tardó en construirse más tiempo del que estuvo en pie, porque tras la revolución, en 1931, fue demolida para construir en su lugar un mega edificio, el Palacio de los Soviets, que tendría que ser el edificio más alto del mundo.

Pero no llegó a construirse y en los años sesenta se reconvirtió en una gran piscina pública circular, desde luego la más grande del mundo, hasta que la catedral fue construida de nuevo en la era Yeltsin e inaugurada en 1997, algo así como un "ave fénix acuática"

La catedral en si, no es de las más bonitas. Para mí, merece la pena más la pequeña iglesia que hay en el sótano. Y atención los chicos, que no pueden entrar en pantalón corto y para todos en general: no se puede hacer fotos en el interior.


Si quieres saber más cosas de la catedral puedes leerlo en esta otra entrada del blog.

Cristo Salvador en Moscú
Catedral desde el Puente del Patriarca
Cristo Salvador y Puente del Patriarca
Catedral de Cristo Salvador y Puente del Patriarca



































Al salir de la catedral es interesante cruzar el Puente del Patriarca, que es como el rey de los selfis: es peatonal y la visión de la catedral es perfecta. También hay grandes vistas del río Moskova, del Kremlin por un lado y por el otro, la gigantesca estatua  de Pedro I el Grande (que por cierto parece Colón subido en una carabela!) y la antigua fábrica de chocolate Octubre Rojo.  


Estatua de Pedro I el Grande desde el puente del Patriarca

Y ahora …. a comer!!! 

Cruzando el Puente del Patriarca hay una especie de pequeña isla, formada entre el  Moskova y un canal de drenaje del río. Es la isla Bolotni, pero todo el mundo la llama de Octubre Rojo. Es la isla de la cultura indie, el contrapunto del beaterío ortodoxo de la otra orilla. La fábrica y sus alrededores se ha transformado en el paraíso bohemio o hipster o como quiera que se llame ahora. El caso es que la movida es fantástica: galerías de arte, estudios de diseñadores, cafeterías y restaurantes. 

Nosotros comimos muy bien en la terraza del Strelka (Institute for Media, Architecture and Design), que un centro cultural modernino, donde hacen cantidad de actividades y aquel día estaban preparando el escenario para una de ellas. Comimos en muy bien en la terraza con estupendas vistas al río y a la catedral; y en la librería compré un imán para el frigo con "El obrero y la koljosiana" en versión Mundial 2018

AQUÍ están todos menús del Strelka.

Por la tarde...

Después de comer dimos un buen paseo hasta llegar a la Calle Arbat. Desde la estación de Metro de Kropotkinskaya (hay que cruzar de nuevo el puente) parte un bulevar muy agradable, el Bulevar Gogol. Se llama así porque un extremo del bulevar lo preside una estatua de Nicolai Gogol. Me ha gustado este paseo bajo las sombras de una buena arboleda  en el que te encuentras con unos tenderetes donde artistas locales venden sus artesanías. Al mismo tiempo que forman sus tertulias, te ofrecen sus obras. Tenían pinta de enrollados, lástima de no hablar ruso porque hubiera sido un buen rato.


Nicolai Gogol en su bulevar

Hacia la mitad del bulevar hay un monumento muy original al escritor Mijail Sholojov, Premio Nobel en 1965, el de "El Don apacible".
Monumento al Premio Nobel, M. Sholojov


Y así, llegamos a la famosa calle peatonal, la Calle Arbat. Llena de gente, de tiendas, de cafés y restaurantes; con algún que otro puesto de dulces y helados (van quedando pocos) y bastantes artistas callejeros. "Parece" una calle peatonal más, como las que hay en muchas ciudades, pero es el típico sitio en el que te sientas a tomar un café y puedes ver a los lugareños en su salsa. ¡Y a mí eso me encanta! 



Cafeterías tuneadas

Mariscal Zhukov, héroe de la Gran Guerra Patria
Al fondo, mural del Mariscal Zhukov en la calle Arbat

Al rico helado!!
¡Al rico  helado!... y ¡al rico Kvas!!!
Y he dicho más arriba que "parece" una calle peatonal cualquiera, porque no lo es. Y no lo es porque no en muchas típicas calles peatonales comerciales tienen un pedazo de teatro, con la solera de casi cien años, como es este Teatro Vakhtangov. Y para llamar la atención de los paseantes tienen en la puerta una fuente con una escultura bien monina de la Princesa Turandot, la de la ópera de Puccini. ¡Mola!

Teatro Vakhtangov en la Calle Arbat de Moscú
La Princesa Turandot en el Teatro Vakhtangov en la Calle Arbat 



Y después del descanso en una terracita, puedes volver en el Metro. La estación Arbatskaya es una de las imprescindibles, así que aprovecha para disfrutarla. 


Estación Arbatskaya







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